domingo, 2 de febrero de 2014

LECTURAS DEL DOMINGO IV DEL T. ORDINARIO 2 DE FEBRERO PRESENTACIÓN DEL SEÑOR (BLANCO)


Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel.





BENDICIÓN DE LAS VELAS Y PROCESIÓN


Primera forma: Procesión

1. A una hora conveniente, se reúnen los fieles en algún lugar adecuado, fuera del templo donde va a efectuarse la procesión. Los fieles sostienen en sus manos las velas apagadas.

2. El sacerdote, revestido de blanco, como para la Misa, se acerca, junto con los ministros, al lugar donde el pueblo está congregado. En lugar de la casulla, puede usar la capa pluvial durante la bendición de las velas y la procesión.

3. Mientras encienden las velas, se canta la antífona siguiente u otro cántico apropiado.
Nuestro Señor vendrá con gran poder, e iluminará los ojos de sus siervos, aleluya.

4. El sacerdote, después de saludar a los fieles en la forma acostumbrada, les explica brevemente el significado del rito y los exhorta a participar en él activa y conscientemente. Lo puede hacer con estas palabras u otras parecidas:

Hermanos, hace cuarenta días celebramos con júbilo el nacimiento del Señor. Hoy también la Iglesia está de fiesta al celebrar el día en que Jesús fue presentado en el templo por María y José.

El Señor quiso sujetarse a este rito para cumplir con las exigencias de la ley, pero, sobre todo, para manifestarse al pueblo que lo esperaba.

Impulsados por el Espíritu Santo, fueron al templo aquellos dos ancianos, Simeón y Ana, e iluminados por el mismo Espíritu, reconocieron al Señor y lo anunciaron a todos con entusiasmo.

También nosotros, que formamos el pueblo de Dios por la gracia del Espíritu Santo, vayamos al encuentro de Cristo en la casa de Dios.

Hallaremos al Señor en la Eucaristía mientras esperamos su venida gloriosa.

5. Después de la exhortación, el sacerdote bendice las velas, diciendo con las manos juntas:

Oremos: Dios nuestro, fuente y principio de toda luz, que concediste al justo Simeón contemplar a Cristo, luz destinada a iluminar a todas las naciones, bendice estas velas con las que tus fieles van a ir a tu encuentro en medio de himnos de alabanza, y escucha su oración a fin de que por el camino del bien puedan llegar a la luz inextinguible. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/. Amén.

Y rocía las velas con agua bendita, sin decir nada.

6. El sacerdote toma entonces la vela destinada a él e inicia la procesión, diciendo:

Vayamos ahora alegres al encuentro del Señor.

7. Durante la procesión se canta la antífona siguiente, o algún canto apropiado.

R/. Cristo es la luz enviada para iluminar a las naciones y para gloria de Israel.

Ahora, Señor, ya puede morir en paz tu siervo, según tu promesa. R/.

Porque mis ojos han visto a tu Salvador. R/.

Al Salvador a quien has puesto a la vista de todos los pueblos. R/.

8. Al entrar la procesión en el templo, se canta la Antífona de entrada de la Misa. Al llegar al altar, el sacerdote hace la debida reverencia y, si se cree conveniente, lo inciensa. Luego se dirige a la sede, en donde se quita la capa pluvial (si la usó en la procesión) y se pone la casulla. Ahí mismo, después de que se ha cantado el Gloria, dice la Oración Colecta como de ordinario. Prosigue luego la Misa de la manera acostumbrada.

Segunda forma: Entrada solemne

9. Los fieles se reúnen en el templo, teniendo las velas en sus manos. El sacerdote, revestido de ornamentos blancos, va en compañía de los ministros y de una representación de los fieles a un sitio adecuado, ya sea ante la puerta del templo o en el interior del mismo, en donde, por lo menos una gran parte de los fieles, puedan participar cómodamente de la ceremonia.

10. Al llegar el sacerdote al sitio escogido para la bendición de las velas, se encienden éstas, y se canta la antífona `Nuestro Señor vendrá con gran poder' (cfr. n. 3, p. 28), u otro cántico apropiado.

11. En seguida el sacerdote, después del saludo al pueblo y de la breve exhortación, bendice las velas, como se indica en los nn. 4-5; se efectúa luego la procesión con los cánticos, como en los nn. 6-7. Para la Misa se observa lo indicado en el n. 8.


LA MISA

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 47, 10-11)

Recordaremos, Señor, los dones de tu amor en medio de tu templo. Que todos los hombres de la tierra te conozcan y te alaben, porque es infinita tu misericordia.

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA

Dios todopoderoso y eterno, mira a tus fieles reunidos hoy para celebrar la presentación en el templo de tu Hijo Jesucristo, y concédenos que podamos presentarnos ante ti plenamente renovados en el espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

Entrará en el santuario el Señor, a quien ustedes buscan.

Del libro del profeta Malaquías: 3, 1-4

Esto dice el Señor: "He aquí que yo envío a mi mensajero. Él preparará el camino delante de mí. De improviso entrará en el santuario el Señor, a quien ustedes buscan, el mensajero de la alianza a quien ustedes desean. Miren: Ya va entrando, dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será como fuego de fundición, como la lejía de los lavanderos. Se sentará como un fundidor que refina la plata; como a la plata y al oro, refinará a los hijos de Leví y así podrán ellos ofrecer, como es debido, las ofrendas al Señor. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos". 

Palabra de Dios. 

Te alabamos, Señor.


Del salmo 23 

R/. El Señor es el rey de la gloria.

¡Puertas, ábranse de par en par; agrándense, portones eternos, porque va a entrar el rey de la gloria! R/.

Y ¿quién es el rey de la gloria? Es el Señor, fuerte y poderoso, el Señor, poderoso en la batalla. R/.

¡Puertas, ábranse de par en par; agrándense, portones eternos, porque va a entrar el rey de la gloria! R/.

Y ¿quién es el rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos, es el rey de la gloria. R/.


Tenía que asemejarse en todo a sus hermanos.

De la carta a los hebreos: 2, 14-18


Hermanos: Todos los hijos de una familia tienen la misma sangre; por eso, Jesús quiso ser de nuestra misma sangre, para destruir con su muerte al diablo, que mediante la muerte, dominaba a los hombres, y para liberar a aquellos que, por temor a la muerte, vivían como esclavos toda su vida.

Pues como bien saben, Jesús no vino a ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham; por eso tuvo que hacerse semejante a sus hermanos en todo, a fin de llegar a ser sumo sacerdote, misericordioso con ellos y fiel en las relaciones que median entre Dios y los hombres, y expiar así los pecados del pueblo. Como El mismo fue probado por medio del sufrimiento, puede ahora ayudar a los que están sometidos a la prueba.

Palabra de Dios. 

Te alabamos, Señor.



ACLAMACIÓN (Lc 2, 32) 



R/. Aleluya, aleluya.

Cristo es la luz que alumbra a las naciones y la gloria de tu pueblo, Israel. R/.



Mis ojos han visto al Salvador.

Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 22-40


Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo: "Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel".

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: "Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma".

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Asen Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él.

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.


Credo

PLEGARIA UNIVERSAL


Oremos a Jesús, el Señor, que, para cumplir la ley de Moisés, quiso ser presentado en el templo, y pidámosle que, como sacerdote compasivo, ruegue por nosotros y con nosotros, sus hermanos.

Después de cada petición diremos: Te lo pedimos, Señor.

Para que Cristo, luz que resplandece en su Iglesia, conceda a sus fieles ser luz del mundo y sal de la tierra. Oremos.

Para que el Salvador del mundo, luz de las naciones, sea anunciado y presentado ante todos los pueblos. Oremos.

Para que los ancianos y los moribundos, al ver que se acerca el fin de sus días, dejen este mundo en paz, seguros de que, terminada su carrera, verán al Salvador. Oremos.

Para que Cristo, luz que alumbra a todo hombre que viene al mundo, no sea para nosotros causa de caída, sino de levantamiento y de resurrección. Oremos.

Señor, Dios todopoderoso, que, en el final de su camino, realizaste los deseos santos de los ancianos Simeón y Ana, escucha nuestra oración y haz que también nuestros ojos puedan contemplar al Salvador en el templo eterno de tu gloria. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Que te sea agradable, Señor, el sacrificio de tu Hijo único, el Cordero sin mancha que tú quieres que la Iglesia te ofrezca por la salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, porque al ser presentado hoy en el templo tu eterno Hijo, fue proclamado por el Espíritu Santo gloria de Israel y luz de las naciones.

Por eso, nosotros, al venir hoy llenos de júbilo al encuentro del Salvador, te alabamos con los ángeles, diciendo sin cesar: Santo, Santo, Santo...


ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Lc 2, 30-31)

Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has puesto ante la vista de todos los pueblos.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Señor, tú que colmaste las esperanzas del anciano Simeón de no morir antes de ver al Mesías, completa en nosotros la obra de tu gracia por medio de esta comunión, para que sepamos buscar siempre a Cristo en esta vida y podamos llegar a contemplarlo en la eternidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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