Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Ap 1, 5-6
Jesucristo nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre, y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre: A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que en cada Iglesia que peregrina por el mundo manifiestas a la Iglesia una, santa, católica y apostólica, concede, benigno, a esta grey tuya de tal modo estar unida a su pastor, congregada en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía, que pueda representar dignamente la universalidad de tu pueblo y sea así signo e instrumento de la presencia de Cristo en el mundo. El, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Cristo se hizo pobre por ustedes.
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios 8, 1-9
Hermanos: Queremos que conozcan la gracia que ha otorgado Dios a las comunidades cristianas de Macedonia. Pues, en medio de las pruebas y de los sufrimientos, ha sido inmensa su alegría, y su extrema pobreza ha producido tesoros de generosidad. Somos testigos de que han hecho lo que podían y más de lo que podían; espontáneamente nos pedían con mucha insistencia el favor de participar en la ayuda a los hermanos.
Y superando nuestras esperanzas, se pusieron ellos mismos a disposición del Señor y de nosotros, tal como Dios lo quería, de suerte que tuvimos que pedirle a Tito que concluyera entre ustedes esta obra de generosidad, puesto que él la había comenzado.
Y ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en palabra, en sabiduría, en diligencia para todo y en amor hacia nosotros, distínganse también ahora por su generosidad. No se lo estamos ordenando; sólo queremos comprobar, mediante su interés por los demás, qué tan sincero es su amor. Bien saben lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hicieran ricos con su pobreza.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 145
R/. Alaba, alma mía, al Señor.
Alabaré al Señor toda mi vida, cantaré y tocaré para mi Dios, mientras yo exista. R/.
Dichoso aquel que es auxiliado por el Dios de Jacob y pone su esperanza en el Señor, su Dios, que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto el mar encierra. R/.
El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; Él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo. R/.
Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado. Ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado. R/.
ACLAMACIÓN Jn 13, 34
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. R/.
Amen a sus enemigos.
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 43-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.
Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Al celebrar el memorial de la inmensa caridad de tu Hijo, te rogamos, Señor, que el fruto de su obra salvadora, por el ministerio de tu Iglesia, sirva para la salvación del mundo entero. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Ap 3, 20
Mira que estoy aquí, tocando a la puerta, si alguno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que en esta Iglesia tuya, Señor, florezca y perdure hasta el fin la integridad de la fe, la santidad de vida, el amor fraterno y la piedad sincera; y, ya que la alimentas con tu Palabra y con el Cuerpo de tu Hijo, no ceses de conducirla bajo tu protección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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