domingo, 27 de diciembre de 2015

LECTURAS DEL DOMINGO DENTRO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD 27 DE DICIEMBRE FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ (BLANCO)


Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres. 






LA SAGRADA FAMILIA

ANTÍFONA DE ENTRADA Lc 2, 16

Llegaron los pastores a toda prisa y encontraron a María y a José, y al niño recostado en un pesebre.

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA

Señor Dios, que te dignaste dejarnos el más perfecto ejemplo en la Sagrada Familia de tu Hijo, concédenos benignamente que, imitando sus virtudes domésticas y los lazos de caridad que la unió, podamos gozar de la eterna recompensa en la alegría de tu casa. Por nuestro Señor Jesucristo...


LITURGIA DE LA PALABRA

Samuel quedará consagrado de por vida al Señor.

Del primer libro de Samuel: 1, 20-22. 24-28

En aquellos días, Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso por nombre Samuel, diciendo: "Al Señor se lo pedí". Después de un año, Elcaná, su marido, subió con toda la familia para hacer el sacrificio anual para honrar al Señor y para cumplir la promesa que habían hecho, pero Ana se quedó en su casa.


Un tiempo después, Ana llevó a Samuel, que todavía era muy pequeño, a la casa del Señor, en Siló, y llevó también un novillo de tres años, un costal de harina y un odre de vino.


Una vez sacrificado el novillo, Ana presentó el niño a Elí y le dijo: "Escúchame, señor: te juro por mi vida que yo soy aquella mujer que estuvo junto a ti, en este lugar, orando al Señor. Éste es el niño que yo le pedía al Señor y que Él me ha concedido. Por eso, ahora yo se lo ofrezco al Señor, para que le quede consagrado de por vida". Y adoraron al Señor. 

Palabra de Dios. 

Te alabamos, Señor.


Del salmo 83 

R/. Señor, dichosos los que viven en tu casa.



Anhelando los atrios del Señor se consume mi alma. Todo mi ser de gozo se estremece y el Dios vivo es la causa. R/.


Dichosos los que viven en tu casa, te alabarán para siempre; dichosos los que encuentran en ti su fuerza y la esperanza de su corazón. R/.

Escucha mi oración, Señor de los ejércitos; Dios de Jacob, atiéndeme. Míranos, Dios y protector nuestro, y contempla el rostro de tu Mesías. R/.


Nos llamamos hijos de Dios y lo somos.


De la primera carta del apóstol san Juan: 3, 1-2. 21-24

Queridos hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos conoce, es porque tampoco lo ha reconocido a Él.

Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando Él se manifieste, vamos a ser semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es. Si nuestra conciencia no nos remuerde, entonces, hermanos míos, nuestra confianza en Dios es total. Puesto que cumplimos los mandamientos de Dios y hacemos lo que le agrada, ciertamente obtendremos de Él todo lo que le pidamos.


Ahora bien, éste es su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, conforme al precepto que nos dio. 

Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en Él. En esto conocemos, por el Espíritu que Él nos ha dado, que Él permanece en nosotros. 

Palabra de Dios. 

Te alabamos, Señor.


ACLAMACIÓN (Cfr. Hch 16, 14) 



R/. Aleluya, aleluya. 



Abre, Señor, nuestros corazones, para que aceptemos las palabras de tu Hijo. R/.


Los padres de Jesús lo encontraron en medio de los doctores.

Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 41-52

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.

Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia". Él les respondió: "¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?". Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas.


Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres. 

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.


Credo

PLEGARIA UNIVERSAL

Presentemos nuestras plegarias a Dios, el Padre misericordioso de todos, que hace de nosotros su familia.

Después de cada petición diremos: Padre misericordioso, escúchanos.


– Por la Iglesia y por todos los cristianos, para que el Señor nos llene de su gracia, y demos siempre un buen testimonio de su bondad. Oremos.


– Por las familias en el mundo entero, para que el Señor les conceda la paz y la concordia. Oremos.


– Por las familias que se encuentran en problemas graves, las que viven en pobreza y abandono, las que sufren tensiones y rupturas, para que encuentren ayuda y fortaleza para salir adelante. Oremos.


– Por nosotros y nuestras familias, para que nos amemos cada día más, que sepamos superar las dificultades, que pongamos amor y alegría a nuestro alrededor, y tengamos el espíritu abierto a todos los que nos necesiten. Oremos.


Escucha, Padre, nuestra oración y bendice al mundo entero con el don de la paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Te ofrecemos, Señor, este sacrificio de reconciliación, y te pedimos humildemente que, por la intercesión de la Virgen Madre de Dios y de san José, fortalezcas nuestras familias en tu gracia y en tu paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I-III de Navidad.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Ba 3, 38

Nuestro Dios apareció en el mundo y convivió con los hombres.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Padre misericordioso, haz que, reanimados con este sacramento celestial, imitemos constantemente los ejemplos de la Sagrada Familia, para que, superadas las aflicciones de esta vida, consigamos gozar eternamente de su compañía. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Puede utilizarse la fórmula de bendición solemne.


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