domingo, 3 de junio de 2018

LECTURAS DEL DOMINGO IX DEL T. ORDINARIO 3 DE JUNIO (VERDE)


¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado, el bien o el mal?







ANTÍFONA DE ENTRADA. Cfr. Sal 24, 16. 18 

Mírame, Señor, y ten piedad de mí, que estoy solo y afligido. Ve mi pequeñez y mis trabajos, y perdona todos mis pecados, Dios mío. 

Se dice Gloria. 

ORACIÓN COLECTA 

Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te rogamos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. 

LITURGIA DE LA PALABRA

Recuerda que fuiste esclavo en Egipto. 

Del libro del Deuteronomio: 5, 12-15

Esto dice el Señor: "Santifica el día sábado, como el Señor, tu Dios, te lo manda. Tienes seis días para trabajar y hacer tus quehaceres, pero el séptimo es día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios. No harán ti-abajo alguno ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni tu ganado, ni el extranjero que hospedes en tu casa; tu esclavo y tu esclava descansarán igual que tú. 

Recuerda que fuiste esclavo en Egipto y que te sacó de allá el Señor, tu Dios, con mano fuerte y brazo poderoso. Por eso te manda el Señor, tu Dios, guardar el día sábado". 

Palabra de Dios.  

Te alabamos, Señor. 

Del salmo 80 


R/. El Señor es nuestra fortaleza.

Entonemos un canto al son de las guitarras y del arpa. Que suene la trompeta en esta fiesta, que conmemora nuestra alianza. R.



Porque ésta es una ley en Israel, es un precepto que el Dios de Jacob estableció para su pueblo, cuando lo rescató de Egipto. R.

Oyó Israel palabras nunca oídas: "He quitado la carga de tus hombros y el pesado canasto de tus manos. Clamaste en la aflicción y te libré. R.

No tendrás otro Dios, fuera de mí, ni adorarás a dioses extranjeros. Pues yo, el Señor, soy el Dios tuyo, el que te sacó de Egipto, tu destierro". R.

La vida de Jesús se manifiesta en nuestra carne mortal. 

De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios: 4, 6-11 

Hermanos: El mismo Dios que dijo: Brille la luz en medio de las tinieblas, es el que ha hecho brillar su luz en nuestros corazones, para dar a conocer el resplandor de la gloria de Dios, que se manifiesta en el rostro de Cristo. 

Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos. Por eso sufrimos toda clase de pruebas, pero no nos angustiamos. Nos abruman las preocupaciones, pero no nos desesperamos. Nos vemos perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no vencidos. 

Llevamos siempre y por todas partes la muerte de Jesús en nuestro cuerpo, para que en este mismo cuerpo se manifieste también la vida de Jesús. Nuestra vida es un continuo estar expuestos a la muerte por causa de Jesús, paira que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. 

Palabra de Dios. 

R. Te alabamos, Señor. 



ACLAMACIÓN Cfr. Jn 17, 17





R/. Aleluya, aleluya.



Tu palabra, Señor, es la verdad; santificanos en la verdad. R.


El Hijo del hombre también es dueño del sábado. 

Del santo Evangelio según san Marcos: 2, 23-3, 6

Un sábado, Jesús iba caminando entre los sembrados, y sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le preguntaron: "¿Por qué hacen tus discípulos algo que no está permitido hacer en sábado?".

Él les respondió: "¿No han leído acaso lo que hizo David una vez que tuvo necesidad y padecían hambre él y sus compañeros? Entró en la casa de Dios, en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes sagrados, que sólo podían comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros". 

Luego añadió Jesús: "El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado". 

Entró Jesús en la sinagoga, donde había un hombre que tenía tullida una mano. Los fariseos estaban espiando a Jesús para ver si curaba en sábado y poder acusarlo. Jesús le dijo al tullido: "Levántate y ponte allí en medio". Después les preguntó: "¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado, el bien o el mal? ¿Se le puede salvar la vida a un hombre en sábado o hay que dejarlo morir?". Ellos se quedaron callados. Entonces, mirándolos con ira y con tristeza, porque no querían entender, le dijo al hombre: "Extiende tu mano". La extendió, y su mano quedó sana. 

Entonces se salieron los fariseos y comenzaron a hacer planes, con los del partido de Herodes, para matar a Jesús. 

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús. 

Se dice Credo. 

PLEGARIA UNIVERSAL 

Suba nuestra oración a Dios, Padre todopoderoso, que quiere iluminar y salvar a todos los hombres. 

Después de cada petición diremos: Padre, escúchanos. 


Por nuestro Santo Padre el Papa Francisco, y por todos los obispos, para que guíen fielmente al Pueblo de Dios. Oremos.

Por los que rigen los destinos de los pueblos, para que protejan la libertad de los ciudadanos y gobiernen con rectitud y justicia. Oremos.

Por todos los que sufren opresión e injusticia, por los enfermos y afligidos, para que la gracia de Dios nos mueva a remediar esos males. Oremos.

Por los que estamos aquí reunidos, para que vivamos en amor fraterno y formemos una comunidad verdadera en el seno de la Iglesia. Oremos. 

Escucha, Dios todopoderoso, las súplicas de tu pueblo y concédenos lo que te pedimos, confiados en tu bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS 

Llenos de confianza en tu bondad, acudimos, Señor, ante tu santo altar trayéndote nuestros dones, a fin de que, purificados por tu gracia, quedemos limpios por los mismos misterios que celebramos. Por Jesucristo, nuestro Señor. 

Prefacio para los domingos del Tiempo Ordinario. 

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN. Mc 11, 23. 24

Cualquier cosa que pidan en la oración, crean ustedes que ya se la han concedido, y la obtendrán, dice el Señor. 

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN 

Dirige, Señor, con tu Espíritu, a quienes nutres con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, para que, dando testimonio de ti, no sólo de palabra, sino con las obras y de verdad, merezcamos entrar en el reino de los cielos. Por Jesucristo, nuestro Señor. 

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