No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Hch 1, 14
Los discípulos perseveraban unánimes en la oración junto con María, la Madre de Jesús.
ORACIÓN COLECTA
Dios, Padre de misericordia, cuyo Unigénito, clavado en la cruz, proclamó como Madre nuestra a su propia Madre, María santísima, concédenos, por su cooperación amorosa, que tu Iglesia, siendo cada día más fecunda, se alegre por la santidad de sus hijos y atraiga a su seno a todas las familias de los pueblos. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Éste es Saúl, el hombre que gobernará a mi pueblo.
Del primer libro de Samuel: 9, 1-4. 10. 17-19; 10, 1
Había un hombre de la tribu de Benjamín, llamado Quis. Era de gran valor. Tenía un hijo llamado Saúl, joven y de buena presencia. Entre los israelitas no había nadie más apuesto que él. Era el más alto de todos y ninguno le llegaba al hombro.
Un día se le perdieron las burras a Quis y éste le dijo a su hijo Saúl: "Toma contigo a uno de los criados y vete a buscar las burras". Recorrieron los montes de Efraín y la región de Salisá, pero no las encontraron; atravesaron el territorio de Saalín y no estaban allí; después, la tierra de Benjamín y tampoco las hallaron. Entonces se dirigieron a la ciudad donde vivía Samuel, el hombre de Dios. Cuando Samuel vio a Saúl, el Señor le dijo: "Éste es el hombre de quien te he hablado. Él gobernará a mi pueblo".
Saúl se acercó a Samuel, que se encontraba en la puerta de la ciudad, y le dijo: "Indícame, por favor, dónde está la casa del vidente". Samuel le respondió: "Yo soy el vidente. Sube delante de mí al lugar sagrado y quédate a cenar conmigo. Mañana temprano te despediré, después de decirte todo lo que está en tu corazón".
Al día siguiente, muy temprano, Samuel tomó el cuerno donde guardaba el aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Después lo besó y le dijo: "El Señor te ha ungido como jefe de Israel, su pueblo. Tú reinarás sobre el pueblo del Señor y lo librarás de los enemigos que lo rodean".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 20
R/. De tu poder, Señor, se alegra el rey.
De tu poder, Señor, se alegra el rey, se alegra con el triunfo que le has dado. Le otorgaste lo que él tanto anhelaba, no rechazaste el ruego de sus labios. R/.
Lo colmaste, Señor, de bendiciones, con oro has coronado su cabeza. La vida te pidió, tú se la diste, una vida por siglos duradera. R/.
Tu victoria, Señor, le ha dado fama, lo has cubierto de gloria y de grandeza. Sin cesar le concedes tus favores y lo colmas de gozo en tu presencia. R/.
ACLAMACIÓN Lc 4, 18
R/. Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado para llevar a los pobres la buena nueva y anunciar la liberación a los cautivos. R/.
No he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores.
Del santo Evangelio según san Marcos: 2,13-17
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado en el banco de los impuestos, y le dijo: "Sígueme". Él se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaron a la mesa junto con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían. Entonces unos escribas de la secta de los fariseos, viéndolo comer con los pecadores y publicanos, preguntaron a sus discípulos: "¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publicanos y pecadores?"
Habiendo oído esto, Jesús les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, nuestras ofrendas y conviértelas en sacramento de salvación, por cuya eficacia y por la intervención amorosa de la santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, nos llenemos de santo fervor y merezcamos quedar más íntimamente asociados, con ella, a la obra de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio María, modelo y Madre de la Iglesia.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, y alabarte en esta conmemoración de la Virgen María.
Porque ella, al aceptar tu Palabra en su corazón inmaculado, mereció concebirla en su seno virginal y, al dar a luz a su Creador, preparó el nacimiento de la Iglesia.
Porque ella, al aceptar junto a la cruz el encargo de tu amor, recibió como hijos a todos los hombres, redimidos por la sangre de Cristo.
Porque ella, al unirse a las oraciones de los Apóstoles y de los discípulos, que esperaban la venida del Espíritu Santo prometido, se convirtió en el modelo de la Iglesia suplicante. Y, desde su asunción gloriosa al cielo, sigue mostrando su amor a la Iglesia peregrina, y protege sus pasos hacia la patria del cielo, hasta que venga el Señor, lleno de gloria.
Por eso, con todos los ángeles y santos, te alabamos sin cesar, diciendo: Santo, Santo, Santo…
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Jn 2, 1. 11
Hubo unas bodas en Caná de Galilea a las que asistió María, la Madre de Jesús. En esa ocasión, Jesús dio principio a sus milagros, manifestó su poder y sus discípulos creyeron en El.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Habiendo recibido esta prenda de redención y vida, te suplicamos, Señor, que tu Iglesia, por la ayuda maternal de la santísima Virgen, instruya a todas las naciones, anunciándoles el Evangelio, y llene al mundo entero con la efusión de tu Espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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