martes, 15 de septiembre de 2015

LECTURAS DEL MARTES XXIV DEL T. ORDINARIO 15 DE SEPTIEMBRE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES (BLANCO)



Jesús dijo a su madre: "Mujer, ahí está tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Ahí está tu madre".





ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Lc 2, 34-35

El anciano Simeón dijo a María: Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, corno signo que provocará contradicción; y a ti, una espada te atravesará el alma.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que quisiste que junto a tu Hijo en la cruz estuviera de pie su Madre, compartiendo su dolor, concede a tu Iglesia que, asociada con ella a la pasión de Cristo, merezca participar de su gloriosa resurrección. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Que el obispo y los diáconos sean irreprochables.

De la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo: 3,1-13


Hermano: Es cierto que aspirar al cargo de obispo es aspirar a una excelente función. Por lo mismo, es preciso que el obispo sea irreprochable, que no se haya casado más que una vez, que sea sensato, prudente, bien educado, digno, hospitalario, hábil para enseñar, no dado al vino ni a la violencia, sino comprensivo, enemigo de pleitos y no ávido de dinero; que sepa gobernar bien su propia casa y educar dignamente a sus hijos. Porque, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios quien no sabe gobernar su propia casa? No debe ser recién convertido, no sea que se llene de soberbia y sea por eso condenado como el demonio. Es necesario que los no creyentes tengan buena opinión de él, para que no caiga en el descrédito ni en las redes del demonio.


Los diáconos deben, asimismo, ser respetables y sin doblez, no dados al vino ni a negocios sucios; deben conservar la fe revelada, con una conciencia limpia. Que se les ponga a prueba primero y luego, si no hay nada que reprocharles, que ejerzan su oficio de diáconos. Las mujeres deben ser igualmente respetables, no chismosas, juiciosas y fieles en todo. Los diáconos, que sean casados una sola vez y sepan gobernar bien a sus hijos y su propia casa.

Los que ejercen bien el diaconado alcanzarán un puesto honroso y gran autoridad para hablar de la fe que tenemos en Cristo Jesús.

Palabra de Dios. 

Te alabamos, Señor.


Del salmo 100 

R/. Danos, Señor, tu bondad y tu justicia.


Voy a cantar la bondad y la justicia; para ti, Señor, tocaré mi música. Voy a explicar el camino perfecto. ¿Cuándo vendrás a mí? R/.


Quiero proceder en mi casa con recta conciencia. No quiero ocuparme de asuntos indignos, aborrezco las acciones criminales. R/.

Al que en secreto difama a su prójimo lo haré callar; al altanero y al ambicioso no los soportaré R/.

Escojo a gente de fiar para que vivan conmigo; el que sigue un camino perfecto será mi servidor. R/.


SECUENCIA

Esta secuencia es opcional tanto en su forma larga como en su forma breve, desde * ¡Oh dulce fuente de amor!

La Madre piadosa estaba ¡Oh cuán triste y afligida
junto a la cruz, y lloraba estaba la Madre herida,
mientras el Hijo pendía; de tantos tormentos llena,
cuya alma triste y llorosa, cuando triste contemplaba
traspasada y dolorosa, y dolorosa miraba
fiero cuchillo tenía. del Hijo amado la pena!  
¿Y cuál hombre no llorara Hazme contigo llorar
si a la Madre contemplara y de veras lastimar
de Cristo en tanto dolor? de sus penas mientras vivo;
¿Y quién no se entristeciera, porque acompañar deseo
Madre piadosa, si os viera en la cruz, donde lo veo,
sujeta a tanto rigor? tu corazón compasivo.
Por los pecados del mundo, ¡Virgen de vírgenes santas!,
vio a Jesús en tan profundo llore ya con ansias tantas
tormento la dulce Madre. que el llanto dulce me sea;
Vio morir al Hijo amado porque su pasión y muerte
que rindió desamparado tenga en mi alma de suerte
el espíritu a su Padre. que siempre sus penas vea.
¡Oh dulce fuente de amor!, Haz que su cruz me enamore
hazme sentir tu dolor y que en ella viva y more
para que llore contigo. de mi fe y amor indicio;
y que, por mi Cristo amado, porque me inflame y encienda
mi corazón abrasado y contigo me defienda
más viva en Él que conmigo. en el día del juicio.
Y, porque a amarlo me anime Haz que me ampare la muerte
en mi corazón imprime de Cristo, cuando en tan fuerte
las llagas que tuvo en sí. trance, vida y alma estén;
Y de tu Hijo, Señora, porque, cuando quede en calma
divide conmigo ahora el cuerpo, vaya mi alma
las que padeció por mí. a su eterna gloria. Amén.


ACLAMACIÓN 






R/. Aleluya, aleluya.


Dichosa la Virgen María, que sin morir, mereció la palma del martirio junto a la cruz del Señor. R/.


Ahí está tu hijo. —Ahí está tu madre.

Del santo Evangelio según san Juan: 19, 25-27

En aquel tiempo, estaban junto a la cruz de Jesús, su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: "Mujer, ahí está tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Ahí está tu madre". Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS


Recibe, Dios misericordioso, las súplicas y ofrendas que te presentamos para alabanza de tu nombre, al venerar a la santísima Virgen María, a quien, bondadoso, nos entregaste como piadosísima Madre. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio de santa María Virgen (conmemoración) 



ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. 1 P 4, 13


Alégrense de compartir ahora los padecimientos de Cristo, para que cuando se manifieste su gloria, el júbilo de ustedes sea desbordante.


ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Alimentados con el sacramento de la redención eterna, te pedimos, Señor, que, al conmemorar el dolor de la santísima Virgen María, completemos, a favor de la Iglesia, lo que falta en nosotros a los padecimientos de Cristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

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