domingo, 17 de julio de 2011

LECTURAS DEL DOMINGO XVI DEL T. ORDINARIO 17 DE JULIO

Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.



Sb 12, 13. 16-19; Rm 8, 26-27; Mt 13, 24-43


El sabio que reflexionó en la historia de Israel tenía más que clara una lección: la paciencia de Dios es inagotable. Jamás se desentiende de los suyos, antes bien, los sigue invitando a participar de su amistad. Esa es la certidumbre que resplandece en la parábola de la cizaña. Jesús exhibe la mezquina impaciencia de los simples mortales que queremos juzgar severamente las fallas y desaciertos de nuestros hermanos. El dueño del campo sigue otro ritmo y espera la llegada de los frutos. De esa misma sabiduría está llena la carta de san Pablo a los Romanos, cuando afirma que Dios es el único que examina el corazón y descubre las intenciones de nuestro espíritu.


ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 53, 6. 8)


Señor Dios, tú eres mi auxilio y el único apoyo de mi vida; te ofreceré de corazón un sacrificio y te daré gracias, Señor, porque eres bueno.


ORACIÓN COLECTA


Míranos, Señor, con amor y multiplica en nosotros los dones de tu gracia para que, llenos de fe, esperanza y caridad, permanezcamos siempre fieles en el cumplimiento de tus mandatos. Por nuestro Señor Jesucristo...


LITURGIA DE LA PALABRA


Al pecador le das tiempo para que se arrepienta.



Del libro de la Sabiduría: 12, 13. 16-19



No hay más Dios que tú, Señor, que cuidas de todas las cosas. No hay nadie a quien tengas que rendirle cuentas de la justicia de tus sentencias. Tu poder es el fundamento de tu justicia, y por ser el Señor de todos, eres misericordioso con todos.



Tú muestras tu fuerza a los que dudan de tu poder soberano y castigas a quienes, conociéndolo, te desafían. Siendo tú el dueño de la fuerza, juzgas con misericordia y nos gobiernas con delicadeza, porque tienes el poder y lo usas cuando quieres.


Con todo esto has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser humano, y has llenado a tus hijos de una dulce esperanza, ya que al pecador le das tiempo para que se arrepienta.


 Palabra de Dios.


 Te alabamos, Señor.





Del salmo 85 


R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente.

Puesto que eres, Señor, bueno y clemente y todo amor con quien tu nombre invoca, escucha mi oración y a mi súplica da respuesta pronta. R/.


Señor, todos los pueblos vendrán para adorarte y darte gloria, pues sólo tú eres Dios, y tus obras, Señor, son portentosas. R/.


Dios entrañablemente compasivo, todo amor y lealtad, lento a la cólera, ten compasión de mí, pues clamo a ti, Señor, a toda hora. R/.



El Espíritu intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.



De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 8, 26-27


Hermanos: El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que conoce profundamente los corazones, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega, conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen.


Palabra de Dios.


Te alabamos, Señor.





ACLAMACIÓN (cfr. Mt 11, 25)


 R/. Aleluya, aleluya.

Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla. R/.






Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha.



Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 24-43



En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: "El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.



Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: 'Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?'. El amo les respondió: 'De seguro lo hizo un enemigo mío'. Ellos le dijeron: `¿Quieres que vayamos a arrancarla?'. Pero él les contestó: 'No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y luego almacenen el trigo en mi granero' ".


Luego les propuso esta otra parábola: "El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas".


Les dijo también otra parábola: "El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar".



Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas, y sin parábolas nada les decía, para que se cumpliera lo que dijo el profeta: Abriré mi boca y les hablaré con parábolas; anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.


Luego despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron sus discípulos y le dijeron:


"Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo". Jesús les contestó: "El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.


Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga".


 Palabra del Señor.


 Gloria a ti, Señor Jesús.



Credo



PLEGARIA UNIVERSAL



Presentemos nuestras peticiones a Dios, el Padre de todos.



Después de cada petición diremos: te rogamos, óyenos.




1. Por todas la Iglesias cristianas: por los católicos, por los protestantes, por los ortodoxos, por los anglicanos. Oremos.


2. Por los que dudan de su fe. Oremos.

3. Por los enfermos de nuestra parroquia (comunidad); por los ancianos que se sienten abandonados. Oremos.

4. Por los que han tenido que dejar su tierra y han abandonado nuestro país en busca de una vida digna. Oremos.

5. Por los países que están en guerra y sufren por la violencia; por los responsables de estos desastres. Oremos.

6. Por los que nos hemos reunido en esta Eucaristía para alimentarnos de la Palabra, del Cuerpo y Sangre del Señor. Oremos.




Escucha, Padre, nuestras peticiones, y derrama tu amor sobre toda la humanidad.



Por Jesucristo, nuestro Señor.



ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS


Dios nuestro, que con la muerte de tu Hijo llevaste a término y perfección los sacrificios de la antigua alianza, acepta y bendice estos dones, como aceptaste y bendijiste los de Abel, para que lo que cada uno te ofrece, sea de provecho para la salvación de todos. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio para los domingos del Tiempo Ordinario.


ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Ap 3, 20)


Miren que estoy a la puerta y llamo, dice el Señor; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo.


ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


Señor, tú que nos has concedido participar en esta Eucaristía, míranos con bondad y ayúdanos a vencer nuestra fragilidad humana para poder vivir como hijos tuyos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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